San Esteban es una figura fundamental en la historia temprana del cristianismo. Su nombre no solo representa la devoción y el servicio, sino que también marca un hito crucial: el primer creyente en dar la vida por su fe, ganándose el título de protomártir. Su historia, relatada en el libro de los Hechos de los Apóstoles, es un poderoso testimonio de valentía, fe y el poder del perdón.
El Origen de los Diáconos y la Misión de Esteban
Tras la ascensión de Jesús, la comunidad de creyentes en Jerusalén creció rápidamente. Con ello surgieron desafíos prácticos, como la necesidad de organizar la distribución de alimentos y ayuda a las viudas, especialmente a las de origen griego. Para resolver este problema, los Apóstoles designaron a siete hombres "llenos del Espíritu y de sabiduría" para que sirvieran a la comunidad. Esteban fue uno de ellos, destacándose por su fe y su capacidad para realizar milagros y prodigios. Este evento marca el inicio del oficio de los diáconos en la Iglesia, hombres dedicados al servicio y la ayuda a los más necesitados.
Predicador Valiente y Perseguido
Esteban no se limitó a la labor social. Era un predicador elocuente y un defensor apasionado de la fe cristiana. Con gran sabiduría y elocuencia, debatía con los líderes de las sinagogas, lo que provocó una fuerte hostilidad. Sus oponentes no pudieron refutar sus argumentos y, frustrados, recurrieron a falsas acusaciones, tal como lo habían hecho con Jesús.
Fue arrestado y llevado ante el Sanedrín, la máxima autoridad judía de la época. Allí, en lugar de defenderse de las acusaciones, Esteban pronunció un discurso que repasaba la historia del pueblo de Israel, desde Abraham hasta la llegada de Jesús. En este discurso, acusó a los líderes de su tiempo de ser tercos y de perseguir a los profetas, culminando con la afirmación de que ellos mismos habían traicionado y asesinado al "Justo", es decir, a Jesús.
El Martirio de Esteban: Un Eco de la Pasión de Cristo
La respuesta de la multitud fue violenta. Llenos de ira, arrastraron a Esteban fuera de la ciudad para apedrearlo, la pena reservada para la blasfemia. Mientras recibía la lluvia de piedras, la Biblia describe una escena conmovedora: Esteban, con la mirada al cielo, proclamó haber visto a Jesús "a la diestra de Dios". Esta visión lo llenó de paz y fortaleza.
Sus últimas palabras fueron un eco directo de las de Cristo en la cruz: "Señor Jesús, recibe mi espíritu" y "Señor, no les tomes en cuenta este pecado". En este acto final de perdón, Esteban demostró que había asimilado por completo la enseñanza del Evangelio.
La vida de San Esteban es un ejemplo perdurable de cómo un seguidor de Cristo debe vivir y, si es necesario, morir. Su historia nos enseña que el servicio a los demás y la valentía para defender la verdad son dos caras de la misma moneda. Su martirio no fue un final, sino el inicio de una nueva era de la Iglesia, demostrando que la fe podía florecer incluso ante la más brutal persecución. San Esteban es un recordatorio de que un verdadero creyente está dispuesto a darlo todo por lo que cree, incluso la propia vida, con un corazón lleno de perdón.
Comentarios